La adolescencia es una etapa compleja de la vida, debido a las características peculiares de este grupo de edad, desde el punto de vista biológico, psicológico y ambiental.
El conocimiento del diagnóstico de cáncer para los adolescentes supone un fuerte impacto emocional; adaptarse a los efectos de la enfermedad y su tratamiento les es particularmente difícil.
Pueden perder la percepción de control sobre su vida, es frecuente que presenten cambios en las relaciones personales, en el establecimiento de su identidad a través de la socialización, así como una gran incertidumbre y angustia ante el futuro.
La imagen corporal
El aspecto físico es una de las cosas que más preocupa a los adolescentes. Es ahora cuando empiezan a salir con los amigos, se preocupan por el cuerpo, por cómo les queda la ropa… Comienzan a separarse un poco de sus padres, a integrarse en un grupo y a mostrar interés por otros chicos/as.
Con el tratamiento se ven alterados algunos de estos aspectos. De pronto, tienen que ingresar en el hospital, sin poder salir y viendo cómo sus amigos continúan con sus vidas. A esto hay que sumar los cambios físicos: caída del pelo, pueden perder peso o bien hincharse por los corticoides, tener ojeras… A veces la gente se queda mirando y eso hace que se sientan incómodos y en ocasiones eviten salir de casa.
Sentimientos más frecuentes
Al principio, las diferentes pruebas y analíticas pueden crear mucha confusión. Todo es necesario para llegar a un diagnóstico exacto y poder empezar el tratamiento. Son momentos de incertidumbre puesto que aún no hay resultados y hay que esperar al final de las pruebas.
Tras el diagnóstico es frecuente mostrarse incrédulo (“No es posible que esto me esté ocurriendo a mí…”), nadie está preparado para escuchar algo así. También es normal el miedo a lo desconocido (pruebas, lenguaje médico, tratamientos, duración…).
A estos sentimientos se añade la culpa por lo que está pasando, llegando a pensar que es por algo que hicieron, algo que comieron, una caída… Sin embargo, nada de lo que hayan hecho tiene que ver con el cáncer. Es frecuente en estos momentos sentir que han perdido el control de su vida, que nadie tiene en cuenta su opinión.
Todo esto puede hacer que sientan rabia, tristeza, angustia, nervios… y esto puede hacerles rechazar todo, ayuda, órdenes, tratamiento… No quieren ser tratados como una persona enferma.
Los adolescentes dan más importancia al físico y por tanto al pelo, y a perder las actividades normales con sus compañeros. Temen el rechazo de los compañeros y no les gusta sentirse diferentes.
A veces no quieren ver a nadie, hablar del tema les resulta difícil porque piensan que no van a comprenderle. Todo es muy ambiguo… por un lado quieren que les dejen, pero por otro necesitan compañía y apoyo de padres, familiares, amigos, equipo médico…
El aburrimiento también es frecuente durante el tiempo que dura el tratamiento. Todo se convierte en rutina, los días son siempre iguales, pasan los ciclos en el hospital y el resto del tiempo en casa, casi sin salir (otras veces deben estar en aislamiento).
Si eres adolescente… ¿qué puedes hacer?
- Ten en cuenta que los cambios físicos no son para siempre, lo bueno es que se pasa cuando terminas los ciclos y luego te vuelves a ver como eras antes. Mientras tanto puedes jugar con tu imagen y usar algún pañuelo que te guste, gorros… o puedes optar por no ponerte nada y llevar el pelo rapado.
- Cuídate, elige la ropa que mejor te siente y sobre todo no te avergüences de tu aspecto, porque si lo haces te parecerá que todos se fijan en ti. Aunque te veas diferente recuerda que sigues siendo el mismo.
- Conociendo la enfermedad y su tratamiento serás capaz de enfrentarte a ella con realismo y de forma positiva. Pregunta a tu médico y comenta tus dudas.
- Di lo que te molesta, explícalo y pregunta por qué. Es importante que expreses si tienes o no dolores o algún cambio en tu cuerpo que no esperabas, de esta manera podrán ayudarte mejor.
- No tienes por qué estar siempre con buen talante y alegre, no pasa nada si un día demuestras cansancio o enfado… No tienes que demostrarle nada a nadie. Los cambios en el estado de ánimo son normales, habla de ello con otros, así te entenderán y te sentirás mejor.
- Cada cosa que te pase intenta compartirla con alguien. Compartir tus emociones te hace verlo todo desde otra perspectiva, las podemos colocar mejor y se hacen más llevaderas. Piensa con quién puedes hablar de lo que te preocupa.
- Los ingresos no tienen por qué ser aburridos. Llévate todo lo que se te ocurra para distraerte en el hospital. Intenta hacer cosas nuevas, escucha música, lee… o incluso puedes aprovechar para estudiar.
- Ten tú la iniciativa de llamar a tus amigos, no esperes a que te llamen, podrás estar con ellos en sitios abiertos. No tengas miedo a que te rechacen, probablemente ellos no saben cómo actuar.
- No permitas que la enfermedad suponga un paréntesis en tu vida. Tienes que aprender a integrar la enfermedad en el día a día y llevar una vida lo más normal posible. No podrás ir a clase pero tendrás la opción de seguir tus estudios con algo de ayuda. Es importante que no pierdas tu ritmo de vida y que mantengas a tus buenos amigos. Aprovecha cada minuto de tu vida como lo hacías antes de ponerte enfermo.
- Comenta tus necesidades. A veces los otros no tiene manera de saber lo que te ocurre.
- Participa en las decisiones. Eso te hará sentir que tienes algo de control.
La vuelta a clase
Llega un momento en el que te dicen que ya puedes volver a clase. Entonces te asaltan un montón de dudas y preocupaciones. No sabes si te costará integrarte de nuevo en la clase, con tus compañeros… Quizá te pregunten qué te ha pasado y puede que algunos te miren mucho, pero lo más importante es que tú sepas qué contestar. La vuelta al instituto exige preparación. Puedes explicarles tu enfermedad, o elegir no dar detalles, depende de ti, pero lo que nunca debes hacer es avergonzarte de haber tenido una enfermedad.
Al principio puedes tener problemas para concentrarte y sentarte a estudiar después de haber estado todo el día en el instituto. Conforme pasen los días y con una buena organización volverás a recuperar el hábito de estudio y te costará menos. Busca siempre el poyo de tus tutores y no dudes en pedir ayuda cuando lo necesites.
Ya he terminado el tratamiento, ¿y ahora qué…?
Una vez terminado el tratamiento tendrás que volver al hospital para revisiones periódicas. Especialmente en estos momentos puede surgir el miedo a que la enfermedad vuelva. A medida que pasa el tiempo las probabilidades de que esto ocurra disminuyen, y si ocurre existen tratamientos para esta nueva situación y tu experiencia te permitirá afrontarlo mejor.
A toda la familia le llevará un tiempo acostumbrarse a una nueva rutina. Tendréis que acostumbraros a pensar que ya no eres una persona enferma, que te has curado, y tienes que vivir como tal. Intenta participar en las tareas de casa como hacías antes.
Sin la cercana protección del hospital tanto tú como tus padres os podéis sentir asustados por esta responsabilidad. Tus padres exagerarán sus cuidados e intentarán sobreprotegerte y controlar tu vida. Tendrás que hacerles entender que eres capaz de hacer muchas cosas, y en caso contrario, les pedirás ayuda. Al final se acostumbrarán a la idea de que vuelves a ser un chico sano.
Durante un tiempo has necesitado más atención y esto puede haber provocado los celos de tus hermanos, pero eso pasó y todos sois iguales ante vuestros padres. Ahora es el momento de normalizar la relación con ellos.
Una vez pasado todo notarás que en algunos valores o ideas has crecido y que has madurado con esta experiencia. Ahora comprendes el dolor de otra forma, eres más sensible frente a los problemas de la gente, tienes otros objetivos y prioridades en la vida…
Plantéate todo lo que te gustaría hacer que no has hecho durante este tiempo. Después de afrontar tu enfermedad te mereces un descanso. Vive cada día como si fuera el primero de tu vida y centra tus energías en disfrutar del aquí y ahora.